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China acelera su conquista lunar: alunizaje tripulado antes de 2030 y una base nuclear para 2035

alunizaje

El liderazgo espacial ya no está asegurado para Estados Unidos. Mientras la NASA enfrenta retrasos y tensiones presupuestarias, China avanza con un plan meticuloso: enviar astronautas a la Luna antes de 2030 y construir una base permanente alimentada por un reactor nuclear en 2035. Una estrategia que no solo apunta a la exploración científica, sino a consolidar poder geopolítico en la nueva carrera espacial.

De seguidor a protagonista global

En apenas una década, Pekín dejó de ser un actor secundario para transformarse en motor de innovación espacial. Su ecosistema combina empresas privadas, universidades, agencias estatales y gobiernos regionales en torno a una meta común: cohetes reutilizables, satélites avanzados, estaciones orbitales y proyectos lunares.

A diferencia de Estados Unidos, donde gran parte de los avances dependen del sector privado, China mantiene una hoja de ruta pública y estricta que cumple con precisión milimétrica.

Tiangong: la estación que redefine alianzas

La estación espacial Tiangong, operativa desde 2023, es la joya de esta estrategia. Diseñada como laboratorio permanente, promete superar en vida útil a la ISS, cuyo retiro se prevé hacia 2030.

Pero su función va más allá de lo científico: China la abrió a la cooperación internacional bajo la llamada “Ruta de la Seda Espacial”, atrayendo a países de Asia, África y América Latina. Tecnología, formación y acceso a infraestructura se ofrecen a cambio de colaboración y fidelidad estratégica.

El plan lunar: polo sur y energía nuclear

El siguiente paso es la Luna. Con el desarrollo del cohete Long March 10, una nueva nave tripulada y un módulo de alunizaje, China planea llevar taikonautas al polo sur lunar antes de 2030. Allí, en 2035, levantaría una base alimentada por un reactor nuclear capaz de generar energía estable durante las largas noches lunares de dos semanas.

El objetivo no es solo plantar una bandera. Una infraestructura de este tipo podría explotar recursos locales, impulsar misiones hacia Marte y garantizar presencia permanente fuera de la Tierra.

Estados Unidos: promesas frente a retrasos

El contraste es cada vez más visible. El programa Artemis, destinado a devolver astronautas estadounidenses a la Luna, acumula aplazamientos. La NASA mantiene el liderazgo en innovación gracias a alianzas con SpaceX y otras compañías, pero la fragmentación presupuestaria y la presión política dificultan cumplir plazos.

En cambio, China avanza con pasos consecutivos y sin improvisaciones: desde el retorno de muestras lunares hasta la puesta en marcha de Tiangong, cada logro responde a un calendario que se cumple puntualmente.

Una nueva era del poder espacial

China está viviendo al mismo tiempo su propio “Apolo”, su propia ISS y su propia revolución comercial. Si consigue aterrizar astronautas antes de 2030 y levantar una base nuclear en 2035, el equilibrio del poder espacial global podría desplazarse hacia Asia.

El espacio, que en la Guerra Fría fue escenario de propaganda, es hoy el tablero donde se juega parte del futuro tecnológico, energético y militar del siglo XXI. Por primera vez en décadas, Estados Unidos ya no dicta el rumbo en solitario.

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