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China acelera su ejército de robots: 280.000 máquinas al año para blindar su supremacía industrial

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China ha dejado atrás la era de la mano de obra barata y ahora apuesta por la automatización masiva como su nueva arma estratégica. Cada año, sus fábricas instalan más de 280.000 robots industriales, lo que equivale a la mitad de todos los equipos de este tipo desplegados en el mundo, según la Federación Internacional de Robótica (IFR). Esta estrategia busca mantener al país como el principal exportador global frente al avance de rivales como India, Vietnam o Bangladesh.

El plan se enmarca dentro de la hoja de ruta Made in China 2025, impulsada por Pekín, que coloca la automatización en el centro de la manufactura avanzada. Sin embargo, la modernización trae consigo un coste evidente: la pérdida de millones de empleos humanos.

Una invasión silenciosa de robots en las fábricas

Mientras los robots humanoides ocupan titulares, son los robots industriales —brazos mecánicos de soldadura, ensamblaje y manipulación— los que están transformando la producción. China lidera con holgura en número absoluto de instalaciones, aunque en densidad por trabajador aún se encuentra detrás de Corea del Sur y Singapur, donde la concentración de robots es más alta.

Este despliegue responde a una necesidad clara: compensar el aumento de los salarios en fábricas chinas. Según el Banco Mundial, el coste laboral en China ya cuadruplica al de India, lo que ha impulsado a las empresas a sustituir trabajadores por robots.

Robots de fabricación local: más baratos y más accesibles

La mitad de los nuevos autómatas son de origen nacional. Empresas como Chengdu CRP Robot Technology han ganado terreno con modelos hasta 60 % más económicos que los de fabricantes internacionales como KUKA o Fanuc. Esta reducción de costes está democratizando la robótica incluso en sectores de bajo valor añadido, como el textil o la producción de juguetes.

El resultado es un ecosistema donde las empresas pueden mantener precios competitivos sin depender de la mano de obra barata, un recurso cada vez más escaso.

Eficiencia frente al aumento salarial

En fábricas de Dongguan, uno de los polos manufactureros del país, el salario medio ronda los 625 euros mensuales, frente a los 165 euros en India, según el Financial Times. Esta diferencia explica por qué la automatización no es una opción, sino una necesidad estratégica para preservar las exportaciones chinas.

Los datos lo confirman: la cuota global de China en juguetes pasó del 54,3 % al 56,9 % en solo cuatro años, y sectores como muebles, papelería y artículos de limpieza también han ampliado su dominio en el mercado internacional.

El coste social: menos empleo, nuevos perfiles

La cara oscura de la automatización es la pérdida de empleo. Entre 2011 y 2023, el trabajo en 12 industrias intensivas en mano de obra cayó un 26,5 %, de acuerdo con cifras del Financial Times.

Aunque emergen nuevos perfiles llamados “purple collar”, técnicos especializados en la programación y mantenimiento de robots, la cantidad de estos puestos aún es insuficiente para compensar la desaparición de millones de empleos fabriles.

China frente a sus rivales asiáticos

China concentra actualmente un 27,7 % de la producción manufacturera mundial, superando con creces a Estados Unidos desde 2009. Sin embargo, países como Vietnam —segundo exportador de calzado a EE. UU. y competidor fuerte en smartphones— y Bangladesh, líder en textil y yute, presionan cada vez más con costes laborales mucho más bajos.

Ante este panorama, la automatización se convierte en la clave para mantener la supremacía: aunque ya no sea el país más barato, China quiere seguir siendo el más productivo.

👉 La apuesta china por la robótica industrial no solo redefine la manufactura global, también plantea un dilema sobre el futuro del empleo en un mundo donde las máquinas avanzan más rápido que la adaptación de los trabajadores.

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